Por Manuel de Cimadevilla
La salida al mercado de un nuevo disco del cantautor Rafa Lorenzo, «Primos hermanos», me motiva para escribir un retazo sobre la verdadera historia del nacimiento de la Nueva Canción Asturiana, ya que lo que hasta ahora ha sido publicado no se ajusta a la realidad y carece de rigor histórico.
A principios de los años setenta los cantautores asturianos andábamos cantando de aquí para allá en bohemios escenarios donde se respiraban aires de libertad. Aunque nuestras composiciones estaban sometidas a censura previa, siempre encontrábamos algún escenario para iniciados donde poder cantar aquello que nos prohibían. Entonces, si no estabas con el régimen, estabas contra él. Más o menos, como ahora. Vueltas que da la vida.
El aglutinamiento, por primera vez, de todos aquellos cantautores ocurrió en agosto de 1975 en «La Panerona» del Pueblo de Asturias. El director de la Feria Internacional de Muestras de Asturias, Pedro García-Rendueles, me había propuesto cantar cinco días durante la Feria y creí que sería mucho más interesante repartir las fechas y el dinero entre los que entonces cantábamos por aquí. Todos estuvieron de acuerdo: Avelino Alonso, Julio Ramos -quien trajo como invitado a Carlos Rubiera-, Julio Reyero, Angelines Corredera -la voz femenina reivindicativa en las fiestas del Centro Asturiano de Madrid- y los dos grupos más importantes que existían entonces en Asturias: «Salitre» -donde estaban compositores como Pedro Bastarrica, Felipe del Campo y José Luis Bottamino- y «La Oca» -cuyo líder era Manolo Santarrúa-, y el éxito fue total. Se denominaron Jornadas de presentación de la Nueva Canción Asturiana, y aquel movimiento espontáneo nació con la idea de que era un carro al que todos se podían subir. La idea básica era que por nueva canción asturiana debía entenderse aquella que estaba cantada en bable o que desarrollaba temática asturiana en castellano.
Quien apoyó decididamente aquella iniciativa fue el entonces presidente de la Comisión de Cultura de la Diputación Provincial -que era el ente preautonómico-, Xuan Xosé Sánchez Vicente. Con el escaso presupuesto que manejaba, lo que no importaba ya que entonces nadie cantaba por dinero, sino por ideas en defensa y reivindicación de nuestros derechos cívicos como ciudadanos.
Pero nos faltaba algo fundamental. Hacía falta pasar de los escenarios a la radio para que nuestras canciones fuesen conocidas por el público asturiano. Para ello, como es lógico, era preciso tener discos que pudieran ser pinchados en las emisoras y que luego tuviesen su pequeño espacio en las tiendas discográficas.
Quienes comprendieron inmediatamente aquella necesidad fueron el presidente de la Cámara Oficial de Comercio, Industria y Navegación de Gijón, Luis Adaro Ruiz-Falcó, y el director de la Feria, Pedro García-Rendueles, al respaldar con entusiasmo la creación del primer estudio de grabación en Asturias como muestra de aquella incipiente industria. Trataban así de paliar los cuantiosos gastos por desplazamiento y pago de gravosas horas de estudio para ir a grabar a Madrid -como me pasó a mí con mis primeras canciones: «¡Ay, rapacina!», «Asturies, ponte'n pie», «Un Dixieland» y «Corrida Street»- y ofrecer una alternativa profesional en Asturias.
Así que, de inmediato, cedieron una parcela en el recinto ferial a un precio simbólico. Con el respaldo técnico y material de Joaquín Torres -el guitarrista de «Los Pasos»-, quien tenía uno de los mejores estudios de grabación en Madrid, el estudio Eolo fue puesto en marcha bajo la dirección de ese excepcional músico que es René de Coupaud, quien luego se asoció con Pedro Bastarrica. Así se dieron los primeros pasos, a finales de los años setenta, para iniciar el camino de la Edad de Oro de la Nueva Canción Asturiana.
Rafa Lorenzo lleva ya más de treinta años en la tarea de que sus canciones tengan también un digno lugar en los escenarios. Fue el primero que se subió a aquel carro de la Nueva Canción Asturiana y, desde el principio, demostró ser un hombre fiel y consecuente con sus principios. No es fácil caminar por el sendero de la independencia. Durante este tiempo no solamente ha puesto en el mercado cuatro históricos discos en defensa de la lengua y de la cultura occidental de los vaqueiros, sino que también ha luchado y lucha por tratar de hacer populares los poemas de Alfonso Camín y Federico García Lorca que han sido musicados por él.
Reconocer su trayectoria honrada, culta y ejemplar es lo menos que se puede hacer en estos tiempos en que los mediocres que se jactan de no leer libros y los oportunistas que cantan al son de quienes tienen la sartén por el mango -y el mango también- brillan como estrellas fugaces.
jueves, 2 de junio de 2011
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